Mi primera vez con mi hermana Alejandra, sábado 1 por solomo (2024)

(Continuación del relato "Mi primera vez con mi hermana Alejandra, Viernes")

La luz comenzó a invadir la habitación. Era sábado. Quería seguir durmiendo, pero también quería alejarme. Podía escuchar la respiración de mi hermana, durmiendo junto a mi. Podía sentir su calor bajo las sábanas. Yo necesitaba volver al mundo real, aclarar mi cabeza y pensar en cómo manejaríamos lo que ocurrió la noche anterior. Debíamos ignorarlo y continuar con una vida normal? Debíamos disimular y mentirnos diciendo que lo que hicimos fue producto de las cervezas? Yo sabía que debía sacar a mi hermana de mi mente, pero había una parte de mí que quería más de ella.

La habitación olía a sexo, a pesar de que no llegamos a concretarlo. Pasamos horas uno sobre el otro, frotando nuestros cuerpos, acariciándonos y besándonos; pero no hicimos el amor. Por alguna razón aún habíamos sentido que el sexo era un límite que no queríamos cruzar. Ahora me parece que esa idea era tan ilusa y torpe. Después de todo habíamos hecho todo lo demás. Habíamos pasado horas viniéndonos mientras nuestras caderas nos unían, y solo sus panties y mis boxers nos separaban. Mis boxers que se sentían pegajosos, llenos de sem*n. Sus panties, que empapadas recogían sus jugos y emanaban el dulce aroma del sexo de mi hermana Alejandra.

Yo me había venido seis veces, y no se cuántos org*smos tuvo mi hermana. No sé cuánto tiempo estuvimos juntos hasta quedarnos dormidos, abrazados, practicamente desnudos. Lo que recuerdo es el calor de la espalda de mi hermana contra mi pecho. Su culo frotándose desesperadamente sobre mis boxers, tentando a mi pene. Debía sacar todas estas imágenes de mi mente. Debía olvidarlo.

Tomaba una ducha, tratando de aclarar mis ideas. Necesitaba olvidar. Necesitaba convencerme de que lo que había pasado no debía volver a pasar. Y me di cuenta de que inconcientemente había comenzado a masturbarme mientras recordaba las escenas de la noche anterior. Mi pene se ponía duro al recordar la textura de los pezones duros de mi hermana cuando los mordía. Mi mano se agitaba más rápido cuando en mi mente aparecía la lengua de mi hermana movíendose en mi boca. Me vine nuevamente, y tuve que admitir que quería seguir junto a mi hermana por el resto de mi vida.

Mi hermana dormía todavía. Parecía tan inocente. Quizá la noche anterior ella había perdido bastante de esa inocencia, pero por lo menos me alegraba de que ella seguía siendo virgen.

Despacio salí de mi habitación, bajé las escaleras en silencio y abrí la puerta de la casa. Cada segundo me parecía eterno. Temía que mi hermana despertara, y a la vez, quería que me invitara a la cama con ella. Cerré la puerta y me apresuré a alejarme.

Eran las diez de la mañana cuando volví a casa. Estuve en el parque, trotando por un par de horas, tratando de poner orden a mis ideas. Y ahora regresaba agotado, y aún confundido, sin saber cómo reaccionaría al ver a mi hermana.

Entré a la casa y la vi sentada en la sala, leyendo un libro de Paolo Coelho. "Hola", dije cortante, evitando encontrarme con su mirada y con la intención de no parar hasta llegar a mi habitación.

"Espera Mateo. Necesitamos hablar."

Necesitamos hablar. Esas palabras se repitieron en mi cabeza veinte dos mil veces en tan solo cinco segundos. No quería hablar con ella.

"Lo de ayer...", comenzó.

"Lo se. Fue un error", interrumpí.

"No, Mateo. No lo fue. Lo que paso ayer lo recordaré toda mi vida. Yo sé que cruzamos límites que jamás debimos cruzar. Y sé que nunca debemos contarle a nadie lo que sucedió. Pero yo quiero que lo que hicimos no sea una razón para alejarnos. Ahora somos más que hermanos."

"Mi Ale querida, yo nunca me alejaría de ti. Siempre estaré cerca para quererte y protegerte. Pero hoy necesito tiempo para aclarar mis ideas". Siempre me había sentido el protector de mi hermana menor. El más fuerte y seguro. Y ahí me encontraba ahora queriendo desaparecer del planeta, y admirando la madurez con la que mi hermana de quince años manejaba la situación. Era como si ella y yo hubiéramos estado en una tormenta, y con su sonrisa y calma había conseguido que el sol saliera nuevamente.

Fui a encerrarme en mi cuarto, dándome vueltas en mi cama, intentando dormir. Pero mi cama olía a mi hermana. Aspiraba ese aroma y me venía a la mente la deliciosa sensación de las piernas sudadas de mi hermana enredándose con las mías. Otra vez recordaba cómo su espalda se contorneaba cada vez que ella se venía. Y otra vez me daba cuenta que me estaba masturbando pensando en mi hermana. Así terminé por aclarar mis ideas. No tenía que seguir pensando en soluciones o seguir sufriendo por algo que nos había gustado a ambos.

Salí de mi habitación y me apresuré a la sala. El libro estaba allí, pero no mi hermana. La busqué en la cocina, pero no estaba. Había desaparecido? Entonces la vi salir del baño social, y ella al verme me sonrió.

"Espera", le dije y me acerqué a ella. La empujé hacia la pared y halé sus shorts hasta que cayeron al piso. Me agaché mientras pasaba mis manos por sus muslos, y desamarré sus zapatos. Regresé a verla y ella ya no sonreía. Ahora me miraba seriamente, pero llena de deseo. Ella colaboraba conmigo sin saber qué es lo que yo pensaba hacer. Me dejó quitarle sus zapatos y sus medias, lanzar sus shorts a un lado, y bajarle las pantaletas. Un suave beso en su monte de venus hizo que ella diera un salto y contrajera todos los músculos de su cuerpo. "Relájate", le dije mientras admiraba su conchita rosada, mojada, pequeña. Su aroma me tentaba. Quería comerme la concha de mi hermana, pero me contuve.

Me levanté, agarré su blusa y con fuerza la jalé. La blusa se rasgó en dos. Sabía que era una de esas blusas baratas así que me pareció bastante erótica la idea de arrancarle la blusa a mi hermana; y la verdad, resultó en un instante bastante erótico cuando mi hermana me ayudaba a desprenderle la blusa, mientras se arrimaba contra la pared para no caer rendida de la excitación y sus piernas se separaban para mostrarme más de su dulce concha. No llevaba sostén, así que una vez más sus senos quedaron frente a mí. Sus pezones apuntaban hacia arriba, duros, tentadores. Podía ver como sus pequeñas tetas subían y bajaban al ritmo de la respiración agitada de mi hermanita menor, que ahora se encontraba totalmente desnuda y a mi merced.

"Que quieres hacer conmigo?", murmuró.

"Todo", respondí.

"No, tu sabes que no podemos hacerlo...", reclamó nerviosa, seguramente pensando en que mi intención era penetrarla. Yo quería hacerlo. Ella quería hacerlo. Pero ambos seguíamos con miedo de llegar tan lejos. Tan Lejos. Como si tener a mi hermana totalmente desnuda y excitada fuera una situación normal entre hermanos.

"No te preocupes", le dije, tomando sus hombros y dándole la vuelta. Ella se encontraba con la cara hacia la pared. Me acerqué más a ella, empujando sus muslos hacia los lados, un poco más, y mis brazos la rodearon. Mi brazo izquierdo rodeaba sus costillas bajo sus tetas. Mi brazo derecho bajó rozando suavemente su vientre hasta llegar a su virginal cueva. Y otra vez mi hermana gimió y arqueó su espalda.

Le besé el cuello y los hombros, a la vez que uno de mis dedos jugaba por la entrada de su concha, buscando su cl*tor*s. Ella estaba tan mojada. Yo sabía que ella era totalmente mía y podía hacer con ella lo que quisiera. Por fin tenía yo el control. Por fin era yo el titiretero.

"Te adoro, mi Ale querida. Quiero tenerte así el resto de mi vida", se lo dije en la oreja. Ella entre suspiros respondió: "Mateo, soy toda tuya. Me tienes, por siempre". "Estás segura? díme que me quieres", le dije, mientras comencé a sobar su cl*tor*s. Ella no podía hablar. Sus gemidos podían más. Y cada vez que intentaba hablar le sobaba su concha más rápido, lo que resultaba en más gemidos y gritos que no la dejaban hablar.

"Dime que me quieres, Ale". Y seguía sobando su cl*tor*s. Mi brazo izquierdo la agarraba con todas mis fuerzas, y mi cuerpo la empujaba más hacia la pared, pues el placer que ella ahora sentía le había quitado todas las fuerzas a su desnudo cuerpo.

Ella abría más sus piernas, invitando a mis dedos a adentrarse en su concha. Su respiración estaba totalmente acelerada. Sus gemíos demostraban su placer. Y yo, totalmente bajo control, besando su cuello, y moviendo mis dedos dentro de ella. Se vino su primer org*smo.

"Nunca voy a parar, corazón", le murmuraba en el oído. "Eres mía, mi Ale querida"..."Soy tuya", me decía con cada respiro. "Te necesito", me dijo.

Comencé a moverme, empujandome y presionando su culo. Quería que sintiera mi verga totalmente dura. "Quiero hacerte el amor", le dije mientras seguía follándola con mis dedos. "Soy tuya, puedes hacer conmigo lo que quieras". Mi mano se movía más rápido y tuvo otro org*smo. Ella no podía mantenerse de pie. La llevé al suelo.

Mi hermana, arrodillada, totalmente desnuda, me miraba con unos ojos de deseo. Quería que la follara. Quería sentir más placer. Me agaché hasta quedar cara a cara. La besé en los labios.

"Vuelvo en la noche", dije.

Me levanté y salí de la casa.

Mi primera vez con mi hermana Alejandra, sábado 1 por solomo (2024)
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Author: Saturnina Altenwerth DVM

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